“Grief has no distance. Grief comes in waves,
paroxysms, sudden apprehensions that weaken the knees and blind the eyes and
obliterate the dailiness of life”
(El dolor no tiene distancia. El dolor viene en olas,
paroxismos, en aprehensiones súbitas que debilitan las rodillas y enceguecen
los ojos y arrancan la cotidianidad de la vida)
Esta frase la escribe Joan Didion en The year of magical thinking, la obra testimonial que escribió
entre 2005 y 2006 sobre la muerte de su esposo y el año que le sucedió, al que
bautizó “del pensamiento mágico”, porque se la pasaba pensando en que en
cualquier momento su esposo, John Gregory Dunne, iba a aparecer… y luego
recordaba que había muerto. En esta frase pensé cuando leí el bello libro que
ha venido Piedad Bonnett a presentar en Caracas: Lo que no tiene nombre. Es un tributo a su hijo, Daniel, que se
suicidó en el año 2008. El dolor materno es tan palpable en la prosa de Bonnett
como la buena literatura y si pensé en esa escritora de oficio y de mente aguda
que es Didion cuando lo leí, además de por eso que es obvio –el duelo de una
escritora vertido en un libro–, es porque el texto de la colombiana comparte
con la estadounidense un ingrediente fundamental en el género testimonial y yo
diría que en toda la literatura: la honestidad.
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