Soy una entusiasta del cuento. De todos los géneros literarios es el que más me emociona. El resultado que sobre mí causa un relato que siga la unidad de efecto de Poe es como la tensión que conquista el cuerpo cuando no sabemos si un ser querido está en peligro. El knockout de Cortázar me duele como el final de un amor. Y la bifurcación de una narración en dos, a lo Chéjov, se parece al hilo argumentativo de mi cotidianidad dual, que abreva de la narración de lo que es ficción y de lo que no.
El cuento es un
género cuyo truco y gran dificultad no está en la escritura sino en la edición.
Por eso nunca termina el proceso de escribir un cuento. Si uno los comparte con
otros es más por el cansancio de seguir escuchándose las mismas anécdotas que
por la confianza en el punto final que ha puesto. Es esa misma dificultad de
narrar de forma compacta, aunada a la anécdota que apunta a lo trascendente y lo
cotidiano a la vez, la que confecciona las mejores frases de la literatura breve.
Y eso es
algo que nunca podrá imitar la poesía, que propone sus ideas incrustadas en los
sentimientos. El cuento, menos ambicioso, expone sentimientos a través de las
anécdotas y sus manos toman de un lado el corazón del lector, que no puede
separase de una situación –porque la narrativa breve es de situaciones y la
larga, de personajes–, y del otro sujeta las entrañas del escritor, que en cada
historia deja lo suyo con otro poco de
lo de los demás.
Por eso me
parece más seductor un relato breve, incluso brevísimo, que un poema. Ya, lo
dije (escribí). Poetas: no me odien.
1 comentario:
Nada que odiar... un poema no tiene nada que ver con un cuento, aunque en un cuento pueda haber poesía o viceversa en un poema una historia. A mí me gustan todos los géneros y dependiendo cómo me sienta leo uno u otro. Saludos, me gustó tu reflexión.
Publicar un comentario