lunes, 11 de septiembre de 2017

Gente decente

Dos hermanas que se enfrentan a un padrastro siniestro, un abuelo que llega desde la Alemania nazi a un carnaval, una pareja que con muchas dificultades intenta tener un hijo y unos padres que se enfrentan por la calidad de la educación de una niña acosada en el colegio son algunos de los personajes que transitan por los cuentos de Gente decente, un libro que demuestra que “la identidad es el ideograma donde se funden las memorias familiares y las decisiones propias” y que existen pocas cosas tan falsas como la decencia.

En el libro, la familia es una lata donde una vez hubo galletas en cuyas entrañas se gesta una definición de decencia que moldea la personalidad de cada quien. Cuando decimos “decente” nos referimos a una categoría estética, que alude al aseo o a la compostura, pero esa palabra también tiene un sentido social. Se supone que una persona decente también es honesta, un ejemplo de probidad ante sus iguales y, además, digna y modesta. Bravo, a eso aspiramos todos. En el camino que va desde la aspiración hasta la realidad se cifran los ocho relatos de este libro.
Sumergidos en la atmósfera de las intrincadas relaciones que se articulan entre parientes, los relatos de esta colección cuestionan la máxima aspiración del grupo de personas que representan la célula fundamental de la sociedad. Si es cierto que todas las familias aspiran a producir vástagos que sean dignos y honestos, ¿qué pasa cuando los mismos lazos familiares se han corrompido?

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